Mi querido Belisario, que buena noticia leerte en estos días
tan grises acá por el norte. Que no por mucho madrugar se amanece más temprano,
pero que al que madruga dicen que Dios lo ayuda, así que madrugando es como se
lleva la vida nuestra.
Te cuento que los fríos del invierno estuvieron acobardando
al pueblo. El campamento se fue vaciando y la gente se fue volviendo a las
casas. La lucha en el Famatina cambió de forma, la gente se terminó por ir al
pueblo y empezaron a hacer guardias durante el día, se devolvieron los terrenos
del campamento y se levantaron todos los menesteres de la cocina.
Yo ahí había quedado ya casi sola, con mi Benjamín, mientras
veía como se llevaban los últimos bártulos. Mi rancho sabés que no lo tengo más
y mis chapitas quedaron en la parroquia para que yo me haga otra casilla, pero
en estos días me subí a un camión y me vine para el norte mas norte de nuestro
querido país.
Casi en la frontera nos movemos, y me hice de un compañero
que me tiene paciencia a mí y al gurisito. Él es un hombre bueno y me está
ayudando mucho. No pienses que me hice como sorete viejo, mi hermanito, pero
nunca pensé que iba a caer en un desamparo tan grande, y el Juan Carlos me
rescató, la verdad que me apareció en el camino como un ángel, es un señor un
poco callado, pero carga y transporta en las canteras, de acá para allá lo van
precisando y así andamos los tres, ayudándonos. Parece una buena persona así
que me tiene aquí a su lado, no lo busqué, pero estoy sin otra forma de vida.
Le ando lavando la ropa y cocinando como puedo, con fueguitos y calentadores,
así él se dedica de lleno a las cargas. Hasta ahora nos trata bien, no me
quejo. Y por suerte el chiquito juega con los bulones que juntamos en los
bordes de la ruta y no hace griterías, así el hombre descansa tranquilo y
nosotros vamos llevando la vida como podemos.
Como verás me es difícil encontrar lugares en donde haya una
computadora y tener un pesito para un rato de internet, porque además me anda mirando lo que hago, así
funciona esto, parece. Una se convierte en carga o en pertenencia, y te soy tan
sincera que me pongo colorada escribiendo estos renglones.
Me haría tanta falta encontrarte, pero parece que vamos en
rumbos contrarios. Esos caballos espero que te sepan cuidar. Tan lejos andamos,
tan presente estás. Ojalá la gente que se sueña se pudiera mover por el mundo
de los sueños y madrugar junta.
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