Belisario, desde hace tanto esperaba recibir tu contestación, pensé que habías muerto pero por lo que veo estuviste cerquita che. Me alegro que ya estés vivito y coleando otra vez, que susto que se habrá pegado mi gaucho cuando se le venía el alud, capaz que te morías de un infarto antes de que te atrape, pero por lo que veo tu corazón esta fuerte y eso me pone muy contenta porque te puedo dar una noticia fuerte sin miedo a que te me desmayes y no puedo estar ahí para levantarte otra vez, como ya te has levantado solo tantas veces.
Ya mi gurisito va a tener un año en febrero, en aquel 25 de mayo que me cruce con el paisano payador que tantos recuerdos me trajo de ti, hubo ahí un vendaval de sensaciones y se ve que los dos pensamos lo mismo, “agua que no has de beber déjala correr pero si está fresca y tenés sed ¿por qué no la has de beber?”, y así fue que nos involucramos esa noche mientras las guitarras y acordeones sonaban en la plaza. No lo vi más al hombre y sé que no volverá.
Y ya estando grande, mi Beli, a mis ya casi 40, me encontré con un gurí prendido al pecho como los chanchitos se prenden a la chancha, que me mira como si yo fuese todo lo que hay en el mundo. No lo puedo creer yo misma, esto me llena de felicidad y de incertidumbre al mismo tiempo porque estoy sola tan lejos de todo y a la vez estoy tan acompañada y tan cerca de todo, viviendo una nueva vida y una nueva forma de vivir que nunca tuve junto a mi chiquito.
Como sabés estaba en un pueblo chico, infierno grande dice el refrán. Nunca me voy a olvidar todo lo que pasé cuando se venía la Susi, y esta vez no quise actuar de la misma manera y decidí tenerlo conmigo aunque esté sola, es sangre de mi sangre y dos veces el mismo error no es de buena mujer cometer. Por eso me tuve que ir de Timón Cruz.
Dejar la escuela con mis changuitos fue muy difícil, pero mi panza iba creciendo, y cuando no se pudo esconder más, se hizo a la luz esta noticia y mis gurises de la escuelita se pusieron todos contentos porque el changuito sería como un hermanito para todos ellos.
Pero la gente del lugar empezó a hacer habladurías hasta que se armó tanto chusmerío que ya no me mandaban a los gurises a la escuela, todos pensaban que había sido asunto con alguno de los mocitos de entre mis alumnos, imaginate nunca tocaría a esos changos, si eran como mis hijos!, pero la gente armó semejante alboroto, me llamaron a lo de la inspectora y tuve que ir a explicar toda la historia, tan avergonzada estuve que no te puedo explicar, si de solo recordarlo se me pone la piel de pollo. Finalmente la inspectora, mujer de pocas palabras, pero de mucha experiencia, me dijo “Ermelinda, no vamos a tomar ninguna medida pero te tendrás que ir de aquí cuanto antes”.
Lo que sigue te lo iré contando de a poco, pasé de pueblo en pueblo, estuve trabajando en casas de familia, vendiendo en ferias, y en escuelas haciendo suplencias. Ahora estoy viviendo en Famatina, La Rioja, siempre cerca del camino de la 40, por suerte conseguí en una escuela privada de portera, porque es en contra turno para limpiar y así me permiten llevar al bebe conmigo mientras higienizo los baños y baldeo los patios, y el pobrecito me mira desde su carrito, mi angelito, el Benjamín Belisario Beltrán. (Ah por cierto, lleva tu nombre).
Es dura la vida conmigo, pero se ablanda cuando das y recibís amor. Y si sigo bajando por esta misteriosa ruta en cualquier momento te encuentro, mi gaucho golpeado por los aludes! Por suerte Diosito sabe que acá abajo te andamos necesitando, así es.
Se acerca fin de año y siempre recuerdo nuestras fiestas con la familia grande, ahora estamos los dos solitos acá en una casilla que me pude levantar en un terreno del municipio, humildemente vivo la vida, todos los días pienso en vos y en la Susi, espero que el tiempo este de nuestro lado en este nuevo año y nos acerque más y más.
Ermelinda y su Benjamín.